El infortunio de Lucas. Sí, Lucas, el desgarbado de 1992. Su delgadez, compaginaba con su cabello largo desnutrido, dentadura destrozada y amarillenta: El no era así, cuando vivía en mi cuadra. Recuerdo era muy ágil como su hermano Paul; profesionales de las carreras con obstáculos entre las bardas de nuestras casas, volaban como centauros sobre lo techados, nadie les ganaba. Aunque malos en bola e trapo.
Diciembre con ellos, los de la cuadra; felices los principios de los ochentas; bengalas, traki trakis, totes, mata s.... y demás, que disfrutamos por tu padrastro el policía y tu mamá, morena alta, buena gente; quienes nos las regalaban.
Lucas, mi amigo, verte correr hacía mí ese día, estimo con veinticinco años ya, calculo; heló mis venas no daba crédito a lo que veía, quise saludarte como merecías, pero detrás de ti venía una jauría dispuesta a cazarte, eso decías insistente.
Sudoroso, cansado de la corrida, tu rostro asustaba, marcas faciales, prueba de un acto ilícito te estigmatizaban. Lucas mi amigo, donde quedaría guindada esa bondad y don de gentes que tenías, ¿qué pasaría?.
Segundos hechos minutos, horas, mejor, una eternidad; duró el saludo de amigos, vi luego de ello, como te perdías torpe y aturdido, con el metal dorado en tus manos; en un inmenso bosque profano, triste y tenebroso, para siempre.
Lucas amigo, donde te encuentres, guardo la esperanza, hayas reflexionado, como valiente de los catorce abriles. Advengo tu retorno a la vida y ver tu figura algún día, con una familia rodeado. Sino, no te preocupes, soy tu amigo y oraré por tu alma, por tu descanso.
A Lucas...
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