EL
BICICLETERO
Relato corto publicado en
Buenos Aires Argentina, en septiembre de 2013 por la editorial Dragones
Voladores, en el marco del concurso “ANTOLOGÍA PROFESOR DI MARCO 2013”. Sobre
540 obras enviadas desde diferentes países, fueron seleccionadas 41.
(Byron Luis Vacca Pertuz – “Candonguero”)
Cada golpe fuerte sobre los metales, cada torsión sobre las tuercas daba cuenta de su deseo de morir, no había espacio en su corazón para la felicidad, sólo la resignación, un año más de vida lo contaba como uno menos para la muerte.
El alboroto que regularmente formaba todas las mañanas, llamaban cada vez más la atención del pequeño Miguel, habitante del vecindario. Particularmente un día sábado, el estrepitoso ruido lo hizo correr ansiosamente hacia el lugar, cautelosamente se fue asomando, aferrando sus manitas al filo de la pared de la entrada de aquel estrecho y sucio taller.
El viejo bicicletero lloraba, no podía sacar un pasador del eje de centro que soportaban unos pedales, una y otra vez descargaba su ira, refunfuñando entre dientes. Miguel, que observaba atentamente, lleno de compasión, caminó lentamente hacia el pobre viejo. El golpeteo y el llanto no permitieron que se percatara de la presencia del pequeño ser, solo hasta que le tocó sus grandes y callosas manos, en señal de que se detuviera. Alzó su mirada desencajada por la impotencia, sus arrugas cambiaron de sentido al ver el rostro angelical del niño, su insignificante vocecita le hizo caer en cuenta que hacía las cosas mal, estaba golpeando en sentido contrario al pasador y era imposible que saliese.
El bicicletero soltó una carcajada tan fuerte como su golpeteo, lloraba de alegría. Luego se sentó en su banquito de madera.
Salió corriendo en desbandada, se había demorado demasiado en ese lugar—. ¡Niño ven pronto y sueña con tu bici, la pondré hermosa para ti! — Fue lo último que escuchó a lo lejos.
Pasaron los días y el pequeño no dejaba de recordar las palabras del bicicletero, pero la imagen que tenía de ella no lo animaba a regresar. Una bici era el sueño de su vida.
Miguel acostumbraba una vez culminaba sus tareas, sentarse en la terraza de su casa —. Cierto día, observó a un niño que tenía dificultades para caminar, cojeaba apoyado por unas muletas, al parecer iba rumbo a la escuela, llevaba a cuestas un morralito —. Su inquietud lo impulsó a acercársele y preguntarle qué le sucedía, por qué caminaba así. Una pregunta fuerte pero natural para un niño de su edad.
— De muy pequeño sufrí una enfermedad— respondió.
—
¿Vives muy lejos de aquí?
—
Si, un poco, pero me canso demasiado al
caminar.
—
¿Sabes manejar bici?
—
No, pero me gustaría aprender.
—
¿Cómo te va en el colegio?
—
Soy el mejor de la clase—.
Miguel no escatimaba en hacerle preguntas de todo tipo, la mayoría indiscretas.
—
No, le contestó.
—
¿Por qué preguntas tanto?
—
¿Disculpa, mi nombre es Miguel y el tuyo?
—
Santiago.
—
¿Me acompañarías a un lugar?
—
¿A dónde?
— No te preocupes solo sígueme.
Salieron lentamente hacia el lugar, a causa del problema de Santiago, durante el trayecto, el niño discapacitado le comentó a su nuevo amiguito sobre su colegio, sus padres, el amor que había entre ellos y lo mucho que le gustaba estudiar, el deseo de llegar ser alguien en la vida —. Su conversación cesó cuando estuvieron frente a la puerta del taller, allí estaba como siempre trabajando, el viejo bicicletero, pero esta vez silbando de alegría y lleno de trabajo.
—
¡Caramba!,
a quien tenemos aquí, me alegra verte, pasa hijo, pasa, sabía que vendrías
algún día por tu premio —, ¿ajá dime quien es tu amiguito?
—
Señor, él es mi amiguito Santiago y es
el mejor de su clase, vengo por mi premio como usted me prometió.
—
¡Qué bien! ¿Tú qué crees, tengo o no lista tu bici?
—
Yo creo que sí.
—
¿Por qué lo afirmas?
—
Porque usted es muy obstinado, pero tiene un
corazón muy grande.
—
Ja, Ja, Ja, Ja, sí que eres inteligente, te
felicito —, mira hacia allá — ¿cuál crees que es tu bici?
—
Todas son hermosas, pero cual es, no la veo.
—
Claro que no la puedes ver, porque le faltaba
una manito para ayudarla a verse mejor, la tuya es aquella color azul —. ¿Te
gusta?
— Es muy linda señor, pero ya no es para mí.
El bicicletero encogió sus hombros y con las manos expresó su desconcierto. Miguel dirigió su mirada hacia donde se encontraba Santiago. No tuvo necesidad de dar más detalles. Su actitud compungió el Corazón del bicicletero —. Santiago no sabía que sucedía, sus ojos lucían inmóviles y estupefactos—. Miguel le tomó de la mano y le dijo: — tú mereces un premio ve y tómala es tuya.
El bicicletero quedó mudo ante este gesto del niño, unas lágrimas se asomaron y bajaron por los canales de sus arrugas, tenía el alma partida en dos, no creía lo que estaba viendo —. Santiago no ocultó su felicidad y corrió a buscar su bici “nueva”, pero al montarse se caía una y otra vez —el bicicletero al ver la dificultad de Santiago, aún perplejo, se levantó, tomó la bici le colocó dos rueditas traseras de apoyo y una canasta para que allí pusiese sus libros.
—
Hijos esperen un momento, las lágrimas
corrían a caudales sobre su rostro.
—Que sucede señor — dijo Miguel.
—
Busca la bici más preciosa que veas en este taller y tómala.
Los ojos de miguel se engrandecieron, indudablemente también quería una, pero era más grande su deseo de dar que el de recibir y por ello había renunciado a ese regalo.
Caminando muy lentamente se dirigió a una en especial, era muy pero muy hermosa, blanca como la nieve, sus aros resplandecían como la luna, estaba cubierta con especial cuidado por un plástico transparente —. Esa era su elección—. El Bicicletero se estremeció y lloró nuevamente, en su rostro se evidenciaba la emoción.
—
Si- contestó titubeando.
—
Pues tómala es tuya, es un regalo de un ángel
que está en el cielo para otro ángel que está en la tierra, vayan, manejen con
mucho cuidado, estudien mucho, Dios los bendiga.
Se marcharon cantando con mucha alegría —. Él se levantó y caminó hacia el cuadro que contenía una foto vieja, la de un niño que tenía sentado sobre sus piernas, era su hijo.
Aún desde el cielo sigues haciendo buenas obras, te amo hijo —. Bajó la foto le dio un beso y la volvió a colocar —. La bici que le regaló a Miguel era de su único hijo, que hacía muchos años había fallecido. Motivado por un sueño que había tenido con él, la había reparado y guardado en un lugar especial de su taller.
Fin